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A veces bajan al Inframundo.

22 nov 2009

Qué buena idea fue...

Todo está cambiando mientras permanece estático. Siguiendo con las incongruencias de aquí abajo, claro. Pues, aunque parezca todo más o menos igual, no es cierto.
Las cosas varían tan lentamente aquí que es como ver los cambios producidos por el paso de la lengua de un glaciar por su cuenca... al final, tras muchos meses, las cosas se van notando.

Y él, el curandero, sigue aquí. No sé porqué motivo no ha querido marcharse aún. Dice que le gusta mi compañía y no llego a entender el porqué. Pero a mí me hace mucho bien, a mí también me gusta su compañía, a mí, si llego a decir la verdad, me encanta.
A veces creo que no es un curandero como tal, simplemente es un empleado de la limpieza. Ha empezado a barrer malos recuerdos, ha tirado viejas plumas y ha quitado todo olor a Luz o a su cuidador. Simplemente, al pasear por este terreno, ha dejado el suyo. Un olor que no es muy peculiar, es normal, no tiene ni trazas de ser dulce, ni amargo ni más almizclado o más avinagrado. Casi podría decirse que es un olor neutro, que quizá ni siquiera sea su olor. Quizá sea el olor que tenía todo esto antes de que el azufre que hacía prender la Luz llegara aquí abajo.
Es alegre, eso es otro de los motivos por los que las cosas aquí no son iguales. Ríe a cada momento, todo su trabajo lo hace con una sonrisa e incluso a veces deja alguna carcajada colgando en el aire. Una carcajada tan densa que en ocasiones me parece verla como se sujeta fuertemente de las estalactitas para no caer y quedar siempre flotando en el aire. Cuando ya cae, es porque otra viene de camino... son tan alegres que yo quiero imaginarlas de colores, dando así otros tonos a esto que fue una vez entre gris y negro.

No sé el tiempo que se quedará... pero ahora me da miedo que una vez que acabe su trabajo se marche. Es egoísta quererlo para mí, para siempre... supongo que éste es su trabajo y debe seguir su camino... pero, no puedo quedarme con él para siempre o al menos un poco más? No puedo acompañarlo en su trabajo en lugar de dejar q se marche?

Sea como fuere, qué buena idea fue...


Saludos desde el Inframundo.

31 oct 2009

“Cuando estés en vena”

Hacía tanto tiempo que no escribía...
Ahora, después de todo ese tiempo me he dado cuenta de algo. Me he dado cuenta de que éste es MI reino, yo soy quien lo habito y gobierno y no quiero que nada ni nadie decida sobre sus formas de llevarlo.
Una Luz, una simple luz, consiguió trastocar todo el orden.
Y fue peor su cuidador. La eterna sombra que custodiaba una Luz que terminó siendo tan mala para él como para mí.
Una vez expulsada la Luz, el cuidador no quiso irse tras ella; se quedó aquí merodeando, para recordar el dolor que ella hizo sobre mí. La Luz no es buena aquí abajo, pues muestra en toda su plenitud la carcoma de este lugar.
Pero, tras este tiempo, me he dado cuenta que, ya que soy yo quien mando, no era tan difícil expulsar a la una y al otro.
Traté de luchar duro, de exigirle que se fuera...pero ante sus alas mis labios quedaban mudos.
Traté de no luchar, de que se marchara por agotamiento o por aburrimiento de estar en un lugar tan inhóspito.
Pero no eran buenas táctica... la paciencia es una de sus mayores virtudes.
Entonces, sin saber de donde, el viento del norte trajo a un curandero. No sabía muy bien su función aquí, no entendía muy bien que debía de curar. Pero me sorprendió, comenzó curando las paredes. Suena extraño, verdad? Comenzó tapando agujeros y llenándolos con susurros. Palabras dentro de unos agujeros de roca? Para qué iba a servir eso? Pues, sorprendentemente, sirvió. La roca se aglomeró sola. Se cerraron las grietas y dejó de supurar dolor por cada resquicio.
Después se acercó a mí. Me acarició dulcemente la cara y dejó caer en mis oídos también bellas palabras, además de su aliento.
Eso me iba a curar a mí? Quizá hizo efecto en la roca, pero en mí, después de tanto tiempo?
Pues sí, no sé como, el curandero había conseguido que luchara con la cabeza y pensara con el corazón. Y así, sin saber como, sin ninguna violencia, eliminé al cuidador, a ese Ángel de Luz que ya no hacía nada aquí, salvo causar dolor. Quizá vuelva, nunca se sabe cual es su destino, pero estos días, me ha dejado descansar al menos.

Y él, el cuidador, de momento, decidió quedarse un rato, por si acaso necesitaba más de su ayuda.

Por eso, durante este tiempo, no he pasado mucho por aquí. Estaba escuchando sus palabras, que gota a gota han dado un poco de calor a este frío de mi corazón. Para dejar, poco a poco, sus palabras en mis venas.
Ahora, ya está en vena.

Saludos desde el Inframundo.

1 sept 2009

Eppur si muove


Curioso es ver como las cosas funcionan al revés. A medida que el espacio aumenta, veo como las paredes se van aproximando, van estrechando el cerco.
Ahora, cuando me he armado de valor y he apagado la infinita Luz. Ahora que la oscuridad hace que esto parezca un pozo insondable; es ahora, digo, cuando parece que las paredes me van a aplastar.
En el último momento, cuando sentí caer la última gota en el último rescoldo de llama, oí un ruido. Mis oídos están abotargados aquí abajo, así que no quise creer que lo había oído.
Dejé pasar el tiempo (el arrastrar del tiempo) y, aun queriendo ignorarlo, sentía ese crujir.
Ese crujir que me demostró que es cierto. Los muros se mueven. Muy lentamente. Podría decirse que se trata de un movimiento tectónico, por su lento caminar. Pero se mueven, como diría Galileo.
Se van estrechando entorno a mí. Cuando yo no estoy en algún lugar, parece como si todo fuese como antes. Pero cuando yo estoy ahí, todo parece más pequeño.
Me estoy asfixiando en mi propio infierno. En el Reino que (ellos) construyeron para mí, ahora soy el extraño, el invasor.
Los Fantasmas lo notan y procuran arrinconarme siempre en el mismo lugar. Quieren que permanezca tanto tiempo en un mismo sitio... supongo que esperan que esté lo suficiente para que las paredes lleguen a aplastarme.
No saben, espero, que cuando la opresión es tal que apenas puedo moverme, mi Flor deja fluir el aroma tan suyo, tan característico, que hace que tenga que ir hacia ella. Allí, en el espacio en el que ella vive feliz, no hay opresión. Pero es ahí donde menos puedo quedarme. No quiero que ella sufra y menos aún, ver la luz que sí que persiste en su lugar. Justo estoy el tiempo necesario para conseguir respirar.
Después, cuando ya mis pulmones han recuperado su capacidad para insuflar el aire necesario, salgo huyendo hasta otro recóndito lugar; donde, más pronto que tarde, me hallarán mis fantasmas y volverán a acorralarme.
Pero, oh, pobre ingenuos!!!, ¿no saben que mi cuerpo es una caja vacía? ¿no saben que sólo aplastarán mis roídos huesos y mis ajados músculos? El músculo más importante, el artífice de todo movimiento, hace tiempo que no está conmigo, en esta jaula.
Yo descubrí su ausencia no hará mucho, pero cuando noté su hueco el dolor hizo que todo mi rostro se convirtiese en una mueca.
¿Desde cuándo lo tienes? Qué pregunta tan ingenua. Es obvio, desde que me dejaron caer aquí, ya era de alguien.
Ahora ya sé de quien es.
Si ellos no lo descubren, si dejan que también se marche (y pido a Zeus que lo haga cuanto antes) sin hacerle ningún daño, reposará tranquilo y feliz. Entre la túnica y las plumas de sus alas, mi corazón seguirá sano.
Sólo espero que no lo sepa nunca él tampoco. Es un órgano ya tan oscuro y agotado, que ni él querrá llevarlo como lastre.
Una vez que se haya ido, del todo, y se lo haya llevado, yo seguiré fingiendo que vivo, seguiré pensando que soy alguien y nadie lo notará.
Pero, desde ese día que se lo llevó, ya no soy nadie.
Sólo espero que lo cuide sin saberlo. Que lo mime sin notarlo y que lo guarde sin buscarlo.
Sólo te llevas lo que siempre fue tuyo, nada más (y nada menos).

Saludos desde el Inframundo.

11 ago 2009

El último adiós


Cuando él llegó, ella apenas tenía una rendija de sus párpados abiertos.
Se acercó, la tomó entre sus brazos y acarició su mejilla pálida, casi transparente.
Ella sintió el tacto de su mano y abrió los ojos. Con las últimas fuerzas que le quedaban le dijo:
“Cuida ahora también de mi alma, pues el corazón ya era tuyo antes de esto”.

Después, con una sonrisa en los labios, exhaló el último aliento.



Saludos desde el Inframundo.

14 jul 2009

Tantos días ausente, tantos días de muerte…


¿Qué es mejor, el abandono total, de golpe, seco, sin sangrar… o el ir dejando cada día un poco más de distancia, dejando gotas de sangre en cada paso que aleja los dos extremos del camino que nunca volverán a unirse?
No sabía que elegir, ambas opciones son malas o buenas. Ambas opciones son, al fin y al cabo, una decisión difícil.

Después de remover tierras de aquí abajo, decidí remover el cielo de allí arriba. Sí, lo hice de nuevo, me escapé por un tiempo, que ahora que veo, ha sido muy largo.
Supongo que a mí no se me ha pasado tan rápido cuando cada día pasaba con una lentitud pasmosa y sin nada de refugio y consuelo para mí.
Tenía que escaparme más lejos. Tenía que ver donde estaba el auténtico creador de los infiernos.
Me fui, pues, a la tierra de los infiernos de Dante, donde quizá tuviera que pasar las 7 pruebas para rescatar... el qué??? Él luchó por rescatar a su amor, pero, a quién tenía yo que rescatar y de qué? A mí mismo no era necesario rescatarme, ya no tenía salvación desde hacía demasiado tiempo y además, cada vez que estaba cerca de resarcirme, volvía a cometer estupideces que hacían que ningún pecado fuese perdonado.

Pero nunca partí del todo, dejé mis gotitas de sangre para seguir el camino. Hasta que no me quedó más. En algún momento de mi largo periplo, mi sangre se coaguló y se agotó de caer, sin más, sin sentido. Dejando un camino que nadie iba a seguir para encontrarme, pues nadie me estaba buscando.
Entonces, sin sentido y sin un rumbo que marcar a quien sabe, me dejé llevar. Me tumbé en la arena cálida, esa que hacía tiempo que no tocaba y sólo dejé de pensar. Durante no sé cuanto tiempo, la cabeza dejó la consciencia en algún lugar lejano y sólo fui. No sé si esto está bien dicho, sólo ser, pero al menos los sonidos agudos de mis Fantasmas, el batir de Alas de Mi Ángel y el chasquido infernal de las llamas de allá abajo, no llegaron a mis oídos.

Sentí Furia... Quise romperme, volver a hacerme en otro ser. No soy Penélope, yo no voy a esperar a Ulises eternamente tejiendo un telar que ni siquiera he empezado. Me agoté, en ese momento, de esperar... Quise romper todo y todos los lazos que me atan. Fue la Furia, pero sólo fue momentánea.

Pero no era factible, volví, caí y traté de encogerme tanto que no se me viera. Pero, todos aquí abajo tienen algún sexto sentido, que yo no he desarrollado, y me perciben incluso antes de que haya llegado. Y él, el maldito Ángel, también lo ha desarrollado; inmediatamente después de sentarme en la roca fría y dura (más fría ahora porque hacía tiempo que yo no me sentaba en ella) sentí su batir de alas. Nada podía hacer que no lo oyera, ni mis manos en mis oídos, ni los gritos de los Fantasmas; ni tan siquiera el penetrante y oloroso perfume que mi Flor trataba de esparcir por el ambiente. Era como el canto de las sirenas...

Y de nuevo, caí rendido. De nuevo, sonreí, tragué el orgullo que no sé manejar y caí.

Saludos desde el Inframundo.

9 jun 2009

Volveré

Volveré, lo prometo, cuando mi ordenador decida volver también...
Aquí abajo debe ser que no es un lugar muy apropiado para circuítos y chips, y él, mi pequeño ordenador, ha decidido tomarse un respiro.
Por eso, cuando él decida que quiere volver, lo haré con él.
Gracias por seguir aunq yo no esté.

Saludos desde el Inframundo.

4 may 2009

Salto al vacío.

La puerta se abría, poco a poco, con la lentitud de una pesada compuerta de un avión que se encontraba a 1000 pies de altura (a los q sean necesarios para saltar).
Estaba todo preparado, la puerta, al abrirse, dejaba entrar un ruido ensordecedor del aire pasando a una velocidad que yo creía q no podía existir.
Todo estaba listo, la puerta había llegado al máximo y el aire ya no era una brisa fuerte, era un auténtico vendaval en ese pequeño cubículo que teníamos reservado los paracaidistas.
Estaba todo preparado, no sabía si tendría el valor de saltar desde tan alto; abajo, los parajes se veían como pequeñas maquetas que un arquitecto estaba construyendo en ese mismo momento, se veía como algunas de las pequeñas figuras que se iban a colocar todavía se movían , como si el maquetador no encontrase lugar donde ubicarlas.
Iba a saltar, era ahora o nunca. No tenía valor, me faltaban fuerzas, me pesaba el paracaídas… Pero mi monitor, Voland, el mejor del mundo; sólo me miró, me puso esos ojos q él sabe que doblegan mi voluntad… Y entonces salté.
A medio vuelo, me di cuenta q lo q pesaba no era un paracaídas. En mi espalda, venían pegados a mí todos y cada uno de los silencios, gritos o voces que no di. Pesaban como losas y me empujaban hacia el vacío a una velocidad insospechada. Iba a caer, me estamparía contra el suelo y sólo quedaría una mancha, fácil de borrar, q el tiempo no dejaría ningún recuerdo de mí allí donde estuve.
“No me dejes caer, no me sueltes. Déjame creer q a tu lado todo saldrá bien” Le gritaba una y otra vez a mi querido Voland, pero él sólo me gritaba q tenía q dejarme caer, tenía q ir soltando el lastre y así la caída sería más suave, no dolería tanto.
Fui soltando, una a una, esas losas pesadas que tenía en mi espalda y sentí, es cierto, q la caída no era tan rápida.
Cuando ya mi cuerpo rozaba el suelo, cuando ya el golpe iba a ser el final, sentí la dura roca. No había caído al vacío. Simplemente me había dormido sobre la roca fría y lo q estaba viendo en sueños es lo q siempre me había gritado mi gran Voland, ese ángel caído que pasa por aquí.
Tenía que hacerle caso de una vez. Era ahora o nunca. Me armé de valor (del poco que me quedaba), volví a coger a mi corcel negro y juntos galopamos hasta tierras inhóspitas, donde yo sabía q moraba el Ángel de Luz. Dónde él no sabía q le esperaba.
Me aposté a la espera de ver llegar sus blancas alas; sabía que el factor sorpresa jugaría en mi favor.
Y cuando lo tuve enfrente le espeté que se marchara. De frente, a unos breves 15 centímetros de su rostro, le pedí que se fuese lejos, q cogiese su Luz (su inefable Luz) y que se marchase para siempre. Dolía más su luminosidad aquí abajo que todos los gritos de los Fantasmas. Sus alas producían un ruido tan lastimoso para mis oídos que ni el ensordecedor gemir de Ella podían apagarlo.
Vete, escapa, márchate, déjame vivir en mi negrura como lo hacía antes. No me enseñes con tu Luz lo inhabitable que es mi Inframundo. No me muestres en lo que me he convertido y a lo que nunca podré acceder. Márchate y no te gires al hacerlo, sigue hasta que hayas salido.

Realmente, él no esperaba estas palabras. Querría creer que en su rostro se dibujó una mueca de sorpresa. Pero sólo lo creí, pues no dijo nada, giró su túnica, alzó sus alas y se marchó.

Pensaba que por fin lo había echado, por fin había escapado de su embelesadora sonrisa…
Pero nada es definitivo aquí abajo… Sólo se había marchado para recomponerse. Ahora, después de la sorpresa, venía con nuevas armas.
Ya no quería causar dolor.
¿Soportaría yo, ahora, esa nueva y extraña amistad que me proponía?

Saludos desde el Inframundo.

24 abr 2009

No he querido saber pero he sabido.

Así comienza un libro que me dejó huella. Así comencé a salir de la Caverna del Olvido.
No quería saber, no quería escuchar nada, pues la ignorancia es el mejor paraíso en el que podemos habitar. No hay persona más feliz que el que no sabe lo que le espera… Así creía yo sentirme al salir de esa Caverna sin saber que encontraría fuera y, sobre todo, sin querer encontrármelo.
Las promesas que nunca llegaron, desde inicios de año, habían hecho que ya no escuchase nada. Todo eran mentiras, ¿para qué escuchar?
Pero algo se movía en el exterior y, aunque aquí dentro se está bien, debía de salir para ver que ocurría.
Y todo estaba como siempre y todo estaba del revés. Todo volvía a ser el ordenado caos de aquí abajo, pero la mitad de los Fantasmas descansaba, mientras la otra mitad los observaba. ¿A qué se debía este extraño comportamiento? ¿Por qué se vigilaban los sueños los unos a los otros?
Una vez que todos los que velaban los sueños vieron mi negra túnica salir, comenzaron a emitir sus gritos agudos, para despertar al resto. Era la señal para hacer algo… pero, ¿el qué?
No quería saber… quería seguir en la ignorancia.
Pero eso no me está permitido a mí, tenía que saber, era mi obligación. Uno a uno, fueron cerrando un círculo a mi alrededor, como si así pudiesen retenerme. Saben perfectamente que no es así, pero esta vez pudieron, pues su grito empezó a tomar un nombre. Todos repetían, al unísono: “tu Flor nos ayudó, tu Flor nos ayudó…”
Qué estaba ocurriendo??? Qué había hecho mi Flor?
Sin poder pensar más que en eso, me fui hacia ella. Estaba casi sin color, caída de un lado. Me acerqué y pude ver que habían exprimido todo el olor que ella fabricaba para mí y se habían llevado toda su belleza. Pero por qué?
Al final, sin saber como, me armé de valor y fui a hablar con ellos. Los Fantasmas esperaban, no tienen otra cosa que hacer de todas formas, y sabían que volvería. Grité al aire, a alguien, qué había pasado.
Entonces, con una calma que sólo pueden tener ellos, como si de una sola voz se tratase, me dijeron que sabiendo que mi Flor podía fabricar el olor que a mí me mataba, habían tratado de tomar todo cuanto saliera e impregnado sus halos.
Todo olía al perfume que debe tener mi Ángel de Luz, todo el Inframundo olía a eso. De ahí que no me resultase extraña la salida de la Caverna.

Y ahora me veo persiguiendo humo. Persiguiendo, día tras día, un olor que no es el de mi Ángel pero se le parece. Cada paso me lleva a buscar algo que no voy a encontrar, no voy a hallar, al final de mi búsqueda, una sonrisa ni una caricia ni una palabra de apoyo. El frío de mi ser, mi carácter gélido, no lo merecen. No voy a encontrar tras la última roca que tuerza, el suave salpicar de las olas cuando saca la carita un delfín, uno de los sueños que nunca cumpliré.

No voy a encontrar nada, porque sólo voy persiguiendo humo. Un humo que tiene su origen en el fuego que ha generado la maldita Luz y el Ángel que la vigila. Y que yo he dejado que se propague durante demasiado tiempo, ahora ya es muy difícil de apagar.

Quiero escapar de una vez, ¿por qué me elegiste a mí conociendo tanta gente?

Saludos desde el Inframundo.

2 abr 2009

Si tú supieras lo que es…

Perder lo que no ha sido tuyo, no hallar lo que nunca se ha encontrado… incongruencias de aquí abajo.
A veces, sin quererlo, evoco cosas que quizá tuve en sueños. No recuerdo haber llegado a acariciar las plumas de las alas de mi Ángel de Luz, y sin embargo, en ciertos momentos me parece tener su suave tacto entre mis dedos, como si aún me olieran las manos al perfume que nunca tuve entre la piel…
Y de repente me encuentro recordando lo que nunca ha ocurrido como si hubiese pasado ayer. Me encuentro recordando una conversación con Él. Ha venido, por fin, a cumplir la visita que me había prometido y estamos ambos sentados sobre la dura y fría roca donde yo suelo recostarme. Pero esta vez no la siento fría, pues su compañía hace cálido cada rincón en el que Él deje algo de su presencia.
Pero entonces una carcajada malvada me devuelve a la realidad. Son recuerdos falsos, son sueños… Yo creía que no era capaz de soñar, pero ahora me he dado cuenta que el soñar es malo. Por eso nunca quise soñar.
De repente me encuentro caminando, como siempre, incansables mis pasos hacia ningún lugar; estoy en el mismo lugar, no hay alas que acariciar ni charla que mantener. Aquí nadie escucha nada.
No, eso no es cierto, tengo a mi bella Flor. Abandonada hace tanto tiempo al lugar donde ella quiso quedarse, entre las flores que serían mejor compañía que yo. He de ir a verla, tengo que volver a acariciar sus pétalos. Un recuerdo tan real que a veces lo olvido, que contradictorio.
He vuelto a verla. Está preciosa. Ha crecido, bueno, su tallo es más fuerte y más verde. Es tan gratificante ver que por fin conseguí que creciese con bellos colores, en lugar de ese gris que empezaba a apoderar de ella.
Y me sigue sintiendo. En el mismo instante que mis roídos zapatos tocaron terreno florido, ella giró su cáliz. Me había sentido, estaba claro que no dejaría de querer estar a mi lado aun estando tan bien como estaba ahora. Se giró, como digo, y no pude evitar volver a tumbarme junto a ella.
Hablé durante tanto tiempo que olvidé que a veces hay que descansar. Le conté mis idas y venidas, las promesas nunca cumplidas de Él. Los llantos no vertidos pues no quedan ya lágrimas en estos ojos que duelen tanto de haber llorado todo lo que había que llorar.
Ella escuchaba, la sentía escuchar al menos. Y entonces, sin saber como, parecía que el olor que emitía se parecía al perfume que nunca tuve cerca, el perfume que recordaba y que nunca llegué a oler. Me pareció como si ella estuviese elaborando el olor que deberían de tener las alas de mi Ángel de Luz. Y también, sin saber muy bien como lo consiguió, sentí como si sus pétalos tuvieran el tacto del rostro de Él. Era como volver a acariciar las mejillas de alguien que sigue vivo, que dejó este Inframundo para tener una vida como era debido.
Y entonces, volví a llorar. Necesitaba tanto sacar esas lágrimas negras que estaban anegando mi alma, que no supe parar cuando comenzaron a caer.
Esos sentidos abotargados habían despertado el recuerdo falso pero también el dolor verdadero.
Llorar me hizo sentir que aún quedaba algo de mí dentro de toda esta pena. Llorar me sirvió de algo.
No quería verter todas mis lágrimas en terreno tan bello, así que volví a mi lugar, en donde me esperaban de nuevo mis Fantasmas. Pero esta vez no quise escucharlos, tenía que seguir llorando y mis llantos provocan sus risas, así que me escondí de nuevo en la Caverna del Olvido.
De ella vengo ahora, deseando que este tiempo pasado allí consiga hacerme olvidar los recuerdos de lo que nunca ha ocurrido.

“Si tu supieras lo que es ver al sol morirse de ganas de dar de lleno en la pared de un cuarto sin ventanas”

Saludos desde el Inframundo.

10 mar 2009

El reloj de arena.


Eres un reloj de arena sin arena…” tras ese aullido tan inteligible para mí (entendí perfectamente esta frase) el lobo salió corriendo de este terreno. No le gustaba pisar por el agreste suelo duro de aquí abajo. Las rocas zaherían sus patas, sus pezuñas tan pulcramente cuidadas.
Dos frases, hace ya mucho dejó otra aullando en mis oídos, dejó en mi cabeza. Era el momento de girar el reloj, pero… que arena caería si ya había perdido toda.
Había dejado perder, grano a grano, la esencia de mí. Todo lo he dejado pasar, he dejado pasar el tiempo, tan importante, de mi reloj y ahora ya no se puede recuperar.
Razón tenías, lobo, he perdido tontamente.
Y no supe como seguir sin tiempo. Ahora ya no hay tiempo ni que ganar ni que perder. Está todo acabado o sin empezar…
Ahora, sólo puedo esperar que mientras dejo que se arrastren mis pies, la arena vuelva al reloj (si eso fuese posible…).

Hoy, sin arena, sin fuerzas, no puedo escribir más.

Gracias Lycans por mi definición.

Saludos desde el Inframundo.

21 feb 2009

Y llegado el momento ¿qué?


Hace tanto que no paso por aquí que apenas llegué a tiempo para darme cuenta de que había llegado ese mes, ese Febrero prometido.
Todo tenía que suceder este mes. Todo ha sucedido sin suceder, todo está por pasar y lo único que va pasando es el mes prometido.
Era el mes en que Él había prometido una visita atemporal; una visita que yo casi ya no me merecía. Yo le había dejado escapar, aun sabiendo que eso mataría el poco resquicio de alma que quedaba en Ella. Y se fue, no lo dudó.
Y ahora era el momento en el que Él me quería devolver ese favor. Quería volver a sentarse junto a mí, en mi lugar preferido, en donde la fría roca ya había perdido esa característica por estar yo siempre sobre ella.
Pero no sabía como llegaría, sentía un miedo extraño en lo que yo llamaba cuerpo. Un miedo que atenazaba mis sueños. Ya no descansaba durante esas horas en las que todos los Fantasmas duermen también (arriba lo llamáis noche no?) y cada vez que mis ojos se cerraban, era su rostro lo que veía aparecer por los cristales sucios de mi vieja y atrayente Ventana.
Pero al abrirlos, no había nadie. Seguía ululando el viento por ella, pero no había rastro de Él.
Y entonces, cuando ya no le esperaba, cuando mediaba el mes, cuando la esperanza se había marchado por el hueco que queda entre las juntas de los cristales de la Ventana, le vi asomarse. Estaba allí. Mirando la manera de entrar y sonriendo con esa sonrisa mortal que sólo Él sabía poner.
Me resultó tan extraño. No era como yo lo recordaba, ahora tenía a su alrededor una luz azulada que lo hacía diferente, como más serio, más responsable, menos pagado de sí mismo.
Pero me dio miedo abrirle (de nuevo el maldito miedo que dirige mis pasos) y no supe como reaccionar. ¿Quién era yo para dejar pasar a la causa de los mayores dolores de Ella? ¿quién era yo para disfrutar de un momento de paz en el lugar donde nadie descansa? Me preguntaba esas cosas una y otra vez… miedo, miedo, miedo…
Y de repente, se escuchó…
Provenía de muy lejos, no sé exactamente de donde. Pero era un sonido que conocía tan bien; un sonido tan suave, tan dulce y frágil que yo oía como el peor de los sonidos. Que me hizo postrarme en el suelo, de rodillas, gritando para no escucharlo acercarse. Pero era inevitable. El frufrú de las alas estaba cada vez más cerca.
Y cuando ya estaba enfrente de mí, las extendió. Abrió las alas. El Ángel de Luz había vuelto. Traía una Luz distinta a la que vi en un comienzo y sonrió.
¡No, por favor, no sonrías! No hagas eso a mi pobre miedo. Mi miedo que se agigantó cuando sonrió.
¿Y qué hago ahora? Dejaba entrar por la Ventana a quién cuidó mis fiebres, le dejaba entrar a Él… o volvía a sucumbir a la sonrisa hipnotizante de mi Ángel? Aquél que me mató en vida y dejó el poco rescoldo de vida herido?
Qué prefería, ¿el abandono seguro, tardío y adelantado? ¿o el abandono continuo, sin previo aviso, día a día; para volver a empezar al siguiente?
Sentí la necesidad de decirle, mientras estaba enfrente mío: “me hubiera gustado aprenderte” pero tampoco pude hablar; el miedo, de nuevo el estúpido y paralizante miedo, había hecho mella en mi lengua y no supe decir nada.
Él estaba mirándolo todo desde la Ventana y esperaba mi respuesta.
Y… no respondí a ninguno.

Me quedé allí, sólo dejé escapar unas palabras, no sabía bien para cual de los dos era, o si eran sólo para mí, para cerciorarme que no había enmudecido eternamente.
Dejé en el aire mi propio monólogo, sin saber si era monólogo o diálogo. Sólo dije lo que debía; le(s) dije: “Nunca dejaré de quererte aunque tú no lo sientas, aunque tú no lo veas o no lo conozcas. Pero tengo que dejar de pensarte porque eso me va a matar.
No dejaré que te duela ni sentirás mi dolor. Desaparecer es tan fácil ahora; justamente ahora, cuando más medios hay para encontrarse, más fácil es esconderse”.
Y esto me agotó, caí sin fuerzas, escuchando el malhadado latido circular, que daba vueltas y más vueltas en mi sepulcral pecho.

Saludos desde el Inframundo.

27 ene 2009

Esperando Febreros…


Quizá sea debido a la fiebre, que me hace delirar; o quizá sea debido a esa ponzoña que me inunda los pulmones impidiendo que el sucio aire de aquí abajo llegue a mis pulmones, pero hoy, de nuevo me senté a no mirar nada.
Eso pensé en ese momento, eso pensaba cuando todo iba mal.
La dura piedra acogió mis pensamientos, pero también traspasó su frío a mis doloridas carnes. Y, de nuevo, la negra garra atenazó mis órganos respiratorios. Era como su las uñas de algún ser prehistórico hubieran hecho presa en ellos y nada podía entrar. Y el tratar de hacerlo hacía más daño aún.
No tenía, pues, ni fuerzas, ni ganas de seguir haciéndolo y me tumbé, respirando lo poco (o nada) que llegaba a ellos.
En estos delirios me imaginé lo que no era. O quizá no fue mi imaginación…
Pensaba, más bien creía ver, a mi lado, tomando mi mano aquella figura que casi no había reconocido nunca. Tenía su cabeza cubierta, por una especie de haz de luces de colores, que no me permitían ver su rostro. Por eso, en ese momento, no sabría decir quien era.
Pero fue la expresión de Ella la que me reveló quien cuidaba mis desvaríos de fiebre (o a quien creía yo ver a mi vera). La cara de Ella me mostraba su más completo asombro, los ojos reflejaban las lágrimas que nunca podría volver a verter y sus pómulos tenían la palidez que sólo un alma que no está aquí abajo podría causarle a un alma que sí pertenece a este remoto lugar del Inframundo.
Era Él; sin saber muy bien porqué o cuales eran mis motivos, me había imaginado que Él tomaba mis manos y me bajaba la fiebre con paños de agua…
¿Por qué me imaginaba yo eso? ¿Quién era yo para permitirme el lujo de soñar con el malo de las historias de otros???
Pero así era, estaba cuidando mis desvelos y dejó que mis labios bebieran del agua que me ofrecía.
No sé en que momento volví a la cordura, y obviamente, no estaba allí. Todo había sido un sueño de la fiebre, una locura de las temperaturas elevadas que había sufrido este cuerpo. Cuanta incongruencia en un solo caso. Cómo era posible que yo cayera enfermo? Yo, Thanatos, el cuidador de los muertos, muerto en vida, cómo podía estar preso de una enfermedad de los mortales??? Y, otra más, cómo era posible que Él, que ya no era parte de nada de aquí, estuviese cuidando mis fiebres??? No llegué a entender este mal sueño e imaginé que si Freud (ese psicoanalista que tanto oí comentar allá arriba) me hubiese analizado no hubiese sabido que decir.
Pero, ¿realmente había sido un sueño? No sabría decirlo, pues al despertar no estaba, bien es cierto. Pero un aroma raro flotaba a mi lado y un pequeño papel a mi lado, en el que sólo ponía: “espérame en Febrero”.
Febrero? Cuándo llega ese mes terrenal aquí? Como mido yo los días que quedan para llegar a ese mes???

Así que, de nuevo, me senté a esperar. Esta vez, esperaba Febreros…

Saludos desde el Inframundo.