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A veces bajan al Inframundo.

10 ene 2010

Se acaba una época.


En realidad, según el almanaque que una vez traje de allá arriba, lo que se acaba es el año 2009 de vuestra cuenta. Pero aquí, ciertamente, lo que trato de cerrar es una época.
Una época que no sé si recordar, para hacer balance, si eso se puede hacer aquí, pues a veces creo que todo es una espiral infinita, y una vez que llegas al vértice inferior, el más estrecho, el que más aprieta; vuelves a empezar por la parte de arriba, la parte ancha, la que más libre te deja. Por eso me da miedo hacer balance, porque quizá, ahora que me encuentro en el vértice más ancho, no me apetezca volver a caer en esa espiral. Me gustaría amarrarme fuertemente a este extremo y quedarme aquí mucho tiempo, aunque sea colgando en el vacío.
Ahora, cuento los granos de arena que cayeron en este reloj que soy yo. Pero no he encontrado ninguno (alguien me dijo, en este mismo año, que yo era un reloj de arena sin arena, dejando malgastar mi tiempo en cuentas infinitas).
Y creo que llevaba razón. Este año disfruté unos pequeños segundos de alegría, después, fue cuando la espiral se hizo insoportable, me asfixiaba. No debía seguir bajando, pero no pude aferrarme a nada, sólo caía sin concesión, el final llegaría en algún momento.
Y llegó... pero no como yo esperaba. En algún momento, en la penúltima, la espiral se hizo ancha y pude volver arriba.
No sé bien como o quién había dado la vuelta a este caer infinito, pero ahora que ya estoy arriba, no quiero bajar más. Sé que abajo estará el Ángel (ya sin su indefectible Luz) y por eso no quiero bajar.
He decidido cerrar ciclos y creo que el suyo es el primero que tengo que cerrar. Ahora empiezo aferrándome con uñas y dientes a esta parte del camino. Con un curandero que puso vendas impregnadas con saliva en las heridas más hondas; con un curandero que hizo que dejará de sangrar por cada cicatriz del corazón; con un curandero que apagó la luz y arrancó todas las alas de ese Ángel (tan) malvado.
Y, si el tiempo me lo permite, seré feliz por si acaso, esa es mi medicina; por si acaso el cielo se vuelve a torcer y me pilla debajo. Llenaré mi vaso de vino hasta arriba, porque con agua parece que está vacío.
Veré amanecer de nuevo y ver como el mundo vuelve a la carga y brilla con su espada.


Y, aquí, aguantando para no caer, quisiera darte un beso imposible, un beso más hermoso que el tiempo. Quisiera darte besos y dormirme pegad@ como un loc@ a tu cuerpo.

Saludos desde el Inframundo.