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A veces bajan al Inframundo.

24 abr 2009

No he querido saber pero he sabido.

Así comienza un libro que me dejó huella. Así comencé a salir de la Caverna del Olvido.
No quería saber, no quería escuchar nada, pues la ignorancia es el mejor paraíso en el que podemos habitar. No hay persona más feliz que el que no sabe lo que le espera… Así creía yo sentirme al salir de esa Caverna sin saber que encontraría fuera y, sobre todo, sin querer encontrármelo.
Las promesas que nunca llegaron, desde inicios de año, habían hecho que ya no escuchase nada. Todo eran mentiras, ¿para qué escuchar?
Pero algo se movía en el exterior y, aunque aquí dentro se está bien, debía de salir para ver que ocurría.
Y todo estaba como siempre y todo estaba del revés. Todo volvía a ser el ordenado caos de aquí abajo, pero la mitad de los Fantasmas descansaba, mientras la otra mitad los observaba. ¿A qué se debía este extraño comportamiento? ¿Por qué se vigilaban los sueños los unos a los otros?
Una vez que todos los que velaban los sueños vieron mi negra túnica salir, comenzaron a emitir sus gritos agudos, para despertar al resto. Era la señal para hacer algo… pero, ¿el qué?
No quería saber… quería seguir en la ignorancia.
Pero eso no me está permitido a mí, tenía que saber, era mi obligación. Uno a uno, fueron cerrando un círculo a mi alrededor, como si así pudiesen retenerme. Saben perfectamente que no es así, pero esta vez pudieron, pues su grito empezó a tomar un nombre. Todos repetían, al unísono: “tu Flor nos ayudó, tu Flor nos ayudó…”
Qué estaba ocurriendo??? Qué había hecho mi Flor?
Sin poder pensar más que en eso, me fui hacia ella. Estaba casi sin color, caída de un lado. Me acerqué y pude ver que habían exprimido todo el olor que ella fabricaba para mí y se habían llevado toda su belleza. Pero por qué?
Al final, sin saber como, me armé de valor y fui a hablar con ellos. Los Fantasmas esperaban, no tienen otra cosa que hacer de todas formas, y sabían que volvería. Grité al aire, a alguien, qué había pasado.
Entonces, con una calma que sólo pueden tener ellos, como si de una sola voz se tratase, me dijeron que sabiendo que mi Flor podía fabricar el olor que a mí me mataba, habían tratado de tomar todo cuanto saliera e impregnado sus halos.
Todo olía al perfume que debe tener mi Ángel de Luz, todo el Inframundo olía a eso. De ahí que no me resultase extraña la salida de la Caverna.

Y ahora me veo persiguiendo humo. Persiguiendo, día tras día, un olor que no es el de mi Ángel pero se le parece. Cada paso me lleva a buscar algo que no voy a encontrar, no voy a hallar, al final de mi búsqueda, una sonrisa ni una caricia ni una palabra de apoyo. El frío de mi ser, mi carácter gélido, no lo merecen. No voy a encontrar tras la última roca que tuerza, el suave salpicar de las olas cuando saca la carita un delfín, uno de los sueños que nunca cumpliré.

No voy a encontrar nada, porque sólo voy persiguiendo humo. Un humo que tiene su origen en el fuego que ha generado la maldita Luz y el Ángel que la vigila. Y que yo he dejado que se propague durante demasiado tiempo, ahora ya es muy difícil de apagar.

Quiero escapar de una vez, ¿por qué me elegiste a mí conociendo tanta gente?

Saludos desde el Inframundo.

2 abr 2009

Si tú supieras lo que es…

Perder lo que no ha sido tuyo, no hallar lo que nunca se ha encontrado… incongruencias de aquí abajo.
A veces, sin quererlo, evoco cosas que quizá tuve en sueños. No recuerdo haber llegado a acariciar las plumas de las alas de mi Ángel de Luz, y sin embargo, en ciertos momentos me parece tener su suave tacto entre mis dedos, como si aún me olieran las manos al perfume que nunca tuve entre la piel…
Y de repente me encuentro recordando lo que nunca ha ocurrido como si hubiese pasado ayer. Me encuentro recordando una conversación con Él. Ha venido, por fin, a cumplir la visita que me había prometido y estamos ambos sentados sobre la dura y fría roca donde yo suelo recostarme. Pero esta vez no la siento fría, pues su compañía hace cálido cada rincón en el que Él deje algo de su presencia.
Pero entonces una carcajada malvada me devuelve a la realidad. Son recuerdos falsos, son sueños… Yo creía que no era capaz de soñar, pero ahora me he dado cuenta que el soñar es malo. Por eso nunca quise soñar.
De repente me encuentro caminando, como siempre, incansables mis pasos hacia ningún lugar; estoy en el mismo lugar, no hay alas que acariciar ni charla que mantener. Aquí nadie escucha nada.
No, eso no es cierto, tengo a mi bella Flor. Abandonada hace tanto tiempo al lugar donde ella quiso quedarse, entre las flores que serían mejor compañía que yo. He de ir a verla, tengo que volver a acariciar sus pétalos. Un recuerdo tan real que a veces lo olvido, que contradictorio.
He vuelto a verla. Está preciosa. Ha crecido, bueno, su tallo es más fuerte y más verde. Es tan gratificante ver que por fin conseguí que creciese con bellos colores, en lugar de ese gris que empezaba a apoderar de ella.
Y me sigue sintiendo. En el mismo instante que mis roídos zapatos tocaron terreno florido, ella giró su cáliz. Me había sentido, estaba claro que no dejaría de querer estar a mi lado aun estando tan bien como estaba ahora. Se giró, como digo, y no pude evitar volver a tumbarme junto a ella.
Hablé durante tanto tiempo que olvidé que a veces hay que descansar. Le conté mis idas y venidas, las promesas nunca cumplidas de Él. Los llantos no vertidos pues no quedan ya lágrimas en estos ojos que duelen tanto de haber llorado todo lo que había que llorar.
Ella escuchaba, la sentía escuchar al menos. Y entonces, sin saber como, parecía que el olor que emitía se parecía al perfume que nunca tuve cerca, el perfume que recordaba y que nunca llegué a oler. Me pareció como si ella estuviese elaborando el olor que deberían de tener las alas de mi Ángel de Luz. Y también, sin saber muy bien como lo consiguió, sentí como si sus pétalos tuvieran el tacto del rostro de Él. Era como volver a acariciar las mejillas de alguien que sigue vivo, que dejó este Inframundo para tener una vida como era debido.
Y entonces, volví a llorar. Necesitaba tanto sacar esas lágrimas negras que estaban anegando mi alma, que no supe parar cuando comenzaron a caer.
Esos sentidos abotargados habían despertado el recuerdo falso pero también el dolor verdadero.
Llorar me hizo sentir que aún quedaba algo de mí dentro de toda esta pena. Llorar me sirvió de algo.
No quería verter todas mis lágrimas en terreno tan bello, así que volví a mi lugar, en donde me esperaban de nuevo mis Fantasmas. Pero esta vez no quise escucharlos, tenía que seguir llorando y mis llantos provocan sus risas, así que me escondí de nuevo en la Caverna del Olvido.
De ella vengo ahora, deseando que este tiempo pasado allí consiga hacerme olvidar los recuerdos de lo que nunca ha ocurrido.

“Si tu supieras lo que es ver al sol morirse de ganas de dar de lleno en la pared de un cuarto sin ventanas”

Saludos desde el Inframundo.