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A veces bajan al Inframundo.

21 feb 2010

La pasarela


(o el absurdo equilibrio de lo imposible).

Frente a mi refresco, el segundo ya, cavilaba sobre lo que acababa de pasar. Ahora ya no estaba en tan inusual compañía. Ahora, en soledad, pensaba en como llevar a cabo lo que me habían dicho o quizá, sin yo saberlo, llevar a cabo el acuerdo al que habíamos llegado.

La comanda fue bastante obvia. Un buen Bombay Sapphire para él, que sabía qué pedir en cada momento. Ella pidió una manzanilla, “no muy caliente, por favor”, con su comedimiento de siempre. Yo, por aquello de la tensión media, pedí un refresco.

Ahora ya era el momento de hablar, al menos así me lo decían sus ojos, expectantes ante lo que debía decirles y por aquella extraña reunión. Así que no podía postergarlo más. Comencé a hablar.

Sabréis que nunca he hecho nada sin seguir vuestro consejo; bien el del uno o bien el de la otra, según conviniera en la ocasión. Pero ahora no puedo seguir el consejo de uno solo, pues sé que entonces no habré conseguido nada.
Estamos en la etapa en la que necesito que estéis de acuerdo, que decidáis un buen acuerdo para que yo pueda luchar.
He encontrado un pequeño rescoldo en este Inframundo, por el que creo que puedo salir. Pero me encuentro al borde del abismo. La solución de Valor sería que saltara, sin más; pero, ¿y si no llego al otro extremo y me mato? Sé que tú, Cobardía, me dirás que dé la vuelta y continúe esperando otra opción mejor, pero, ¿y si no surge nunca? ¿No podemos encontrar un término medio?
"

Ambos quedaron en silencio un segundo, pero enseguida Cobardía habló. “Quizá podamos hacer una pasarela; sé bien que no será muy segura, pues los troncos y maderas que puedas encontrar ahí abajo estarán en un estado casi de putrefacción; pero al menos no será saltar al abismo sin más y tampoco será dar la vuelta”. Siempre había creído que ella era la más razonable de los dos y así lo demostró con sus palabras.

Valor seguía sonriendo y girando el vaso de su copa, sin decir nada. Al cabo, cuando ya estábamos expectantes a sus palabras, decidió “honrarnos” con ellas. “¿Y has pensado qué harás cuándo llegues al otro extremo? Sabes perfectamente quién ha abierto esta posible salida y no es sólo el hecho de escapar, también tienes que presentarte ante él y agradecerle lo que ha hecho. Dime, pues, ¿cómo lo harás?
Tenía razón, no se había abierto el abismo sin más, alguien, con paciencia y sonrisas como instrumentos, había conseguido hacer un hueco por el que yo pudiera escapar de ahí.
"Sí, lo he pensado, de hecho era la parte más difícil de la reunión. Sabía que para cruzar encontraríamos una salida y la de la pasarela me ha parecido la más correcta. Espero que con lo poco que aquí queda de vida, se me permita hacer esa pasarela. Pero una vez en el otro extremo, cuando el Curandero me reciba, ¿qué digo?
Gracias, lo primero, pues ha sido un gran alivio poder salir. En eso estamos de acuerdo todos ¿no? Pero luego, ¿qué?:
"

- No te vayas muy lejos. Demasiado atrevido, dijo Cobardía. Demasiado soso, dijo Valor.
- Me encantaría volver a verte. Demasiado directo, volvió a repetir Cobardía. Me gusta, directo y sincero, dijo él.
- Quiero volver a abrazarte y sentir el latir de un corazón vivo. Me gusta, increíblemente dijo ella. Él, al ver que esa frase podía ser el inicio de un punto de acuerdo, también asintió con la cabeza, pero parecía que él quería que dijese algo más.
- ¿Puedo volver a tener algo de tu aliento? El mío está agotado de no poder salir tanto como quisiera aquí abajo. Antes de que ella se negara a esa frase, él habló. “Me parece una frase bella; no es tan directa como yo quisiera, pero me gusta. He admitido la anterior, cuando a mí me parece demasiado cursi, así que ahora quiero que ésta también se incluya

¿Se incluya? ¿Dónde? ¿Es que tenía que hacer un guión para dar las gracias, para abrazarme fuertemente a mi salvador? Yo sólo quería que me ayudasen, no crear una película o una farsa.

Al cabo de un par de horas, tras debatir de lo humano y lo divino, llegamos a un acuerdo (un absurdo equilibrio para algo imposible). Era la hora de salir, no podía permanecer más tiempo allí y la mejor solución era la pasarela; no podía saltar y caer o girarme y no salir, cuando había alguien al otro lado tendiéndome su ayuda (y su sonrisa).
Además, debía agradecer su ayuda y, según Valor, decirle algo más que gracias pues su ayuda denotaba que le importaba. Cobardía estuvo de acuerdo, pero con cautela; la gente no recibe de muy buenas formas una gratitud excesiva o un acercamiento no buscado.
Debería decir alguna de las frases en las que ambos habían estado de acuerdo y abrazar y besar si se me permitía, porque a veces los hechos demuestran más que las palabras.
¡¡¡¡Claro que era lo que yo quería!!!! Desde hacía unos días me abrazaba a su recuerdo, ¿cómo no me iba a abrazar a su persona cuando lo tuviera delante?

Ahora ellos se habían marchado, creyendo que su trabajo había terminado. Yo me quedé removiendo mi vaso una y otra vez, recapitulando. Era el momento...

Entonces la puerta del café se abrió y una bocanada de aire gélido entró por la puerta acompañando al nuevo cliente del bar. No me fijé mucho en él, estaba cavilando aún.
Pero él sí se fijó en mí. Se sentó en un taburete de la barra, de espaldas a mí. Cuando noté su presencia y mis ojos se clavaron en su espalda, él giró el taburete y me sonrió con esa sonrisa desdentada que tenía, debida a su edad.

Se me congeló la poca sangre que corría por mis venas. Miedo se había enterado, no sé como, de aquella reunión. No quería verlo, no tenía ganas de que echara por tierra todo lo que habíamos acordado con sus peroratas y discursos quasidemagógicos. Dejé en la mesa el dinero de las consumiciones y salí corriendo.

¡Esta vez no! Esta vez haré caso a sus consejos, pero a ti no te escucharé Miedo. Era ahora o nunca, y ¡este ahora me gusta!

¿Pero, que hago, entonces? ¿Hablo o no hablo? Miedo, después de todo, había dejado un rescoldo de sus ideas en mi interior.

Saludos desde el Inframundo.


3 comentarios:

Alejandro Nieto Alonso dijo...

Habla. No lo dudes. Arriesgate. Eso es vivir. No hay nada que perder más que orgullo. Los fracasos dan experiencia, abren nuevas oportunidades. Habla, vive, disfruta con el riesgo, salta al vacío... No tenemos nada que perder, salvo el tiempo, y ese no vuelve nunca. Habla. Por favor, no lo dudes. Y sal de ahí ya, que tú vales mucho, joer.

Ishtar dijo...

Pues hablale al oido muy despacio y muy bajito, asi miedo no se enterara que te has atrevido a decirle GRACIAS

muaks

Anamen dijo...

El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mi y a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá dónde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.

No puedo decir nada mejor que eso porque es cierto, no huyas del miedo escuchale y date cuenta de sue engaño, de la muerte que te provoca, pues con su paralisis pierdes vida, pierdes hacer cosas. Ademas de la pasarela necesitas otra cosa, equilibrio, y ese debes buscarlo dentro de ti. Ahi nadie puede ayudarte, es lo más dificil

Yo también te quiero mucho, no lo olvides, yo no lo hago ni me olvido de ti aunque esté un poco missing.
Besos