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A veces bajan al Inframundo.

31 oct 2009

“Cuando estés en vena”

Hacía tanto tiempo que no escribía...
Ahora, después de todo ese tiempo me he dado cuenta de algo. Me he dado cuenta de que éste es MI reino, yo soy quien lo habito y gobierno y no quiero que nada ni nadie decida sobre sus formas de llevarlo.
Una Luz, una simple luz, consiguió trastocar todo el orden.
Y fue peor su cuidador. La eterna sombra que custodiaba una Luz que terminó siendo tan mala para él como para mí.
Una vez expulsada la Luz, el cuidador no quiso irse tras ella; se quedó aquí merodeando, para recordar el dolor que ella hizo sobre mí. La Luz no es buena aquí abajo, pues muestra en toda su plenitud la carcoma de este lugar.
Pero, tras este tiempo, me he dado cuenta que, ya que soy yo quien mando, no era tan difícil expulsar a la una y al otro.
Traté de luchar duro, de exigirle que se fuera...pero ante sus alas mis labios quedaban mudos.
Traté de no luchar, de que se marchara por agotamiento o por aburrimiento de estar en un lugar tan inhóspito.
Pero no eran buenas táctica... la paciencia es una de sus mayores virtudes.
Entonces, sin saber de donde, el viento del norte trajo a un curandero. No sabía muy bien su función aquí, no entendía muy bien que debía de curar. Pero me sorprendió, comenzó curando las paredes. Suena extraño, verdad? Comenzó tapando agujeros y llenándolos con susurros. Palabras dentro de unos agujeros de roca? Para qué iba a servir eso? Pues, sorprendentemente, sirvió. La roca se aglomeró sola. Se cerraron las grietas y dejó de supurar dolor por cada resquicio.
Después se acercó a mí. Me acarició dulcemente la cara y dejó caer en mis oídos también bellas palabras, además de su aliento.
Eso me iba a curar a mí? Quizá hizo efecto en la roca, pero en mí, después de tanto tiempo?
Pues sí, no sé como, el curandero había conseguido que luchara con la cabeza y pensara con el corazón. Y así, sin saber como, sin ninguna violencia, eliminé al cuidador, a ese Ángel de Luz que ya no hacía nada aquí, salvo causar dolor. Quizá vuelva, nunca se sabe cual es su destino, pero estos días, me ha dejado descansar al menos.

Y él, el cuidador, de momento, decidió quedarse un rato, por si acaso necesitaba más de su ayuda.

Por eso, durante este tiempo, no he pasado mucho por aquí. Estaba escuchando sus palabras, que gota a gota han dado un poco de calor a este frío de mi corazón. Para dejar, poco a poco, sus palabras en mis venas.
Ahora, ya está en vena.

Saludos desde el Inframundo.